miércoles, agosto 18, 2010

Aneto y Mulleres - agosto 2010

Hace dos años Jose y Mari me propusieron que les acompañara para hacer la ascensión al Aneto, mi hijo Paco también le hacia ilusión pero por problemas de salud ese año no se pudo hacer y lo dejamos para este. Para ello había que prepararse y fuimos haciendo rutas con desniveles altos a las que se unieron Toni, Juan Carlos y Pablo, también Miguel que como últimamente esta bastante en forma quería intentarlo.
Salimos el lunes 9 de agosto a las 6:00h desde Valencia, pasando por Teruel donde nos esperaba Jose y Mari. Pablo se paso al coche de Jose y nos dirigimos a nuestro destino: Los llanos de Benasque, hicimos una parada para almorzar poco antes de Graus y llegamos a los Llanos de Benasque sobre la 1:00h.

Preparamos las mochilas y cogimos el autobús que nos llevó a La Besurta más arriba del hospital de Benasque y desde allí caminamos hasta el refugio de la Renclusa donde después de instalarnos los siete en una habitación nos dispusimos a comer.



Una vez reposada la comida intentamos subir a un pequeño Ibón que hay cerca del refugio pero empezaron a caer unas gotas heladísimas de lluvia lo que nos obligó a regresar a toda prisa, pues no llevábamos nada para protegernos pero llegando al refugio cesaron.

Hicimos tiempo hasta la hora de la cena 7:30, sopa calentita, longanizas de Aragón con guarnición y dulce de postre, todo esto acompañado con una botellita de vino de Somontano que tanto le gustó a Pablo .. jeje .. y a la media hora de haber terminado la cena a dormir, bueno por lo menos a intentarlo.

El despertador sonó a las 4:30 y el silencio del refugio empezó a retirarse dejando paso al sonido de la gente que iba preparándose mochilas, frontales, botas, agua……. El desayuno era a las 5:00h, panecillos, magdalenas, mantequilla, miel, mermelada, café, leche y zumo terminado este nos dispusimos a empezar la ascensión. Aun era de noche y las luces de los frontales iban serpenteando en la oscuridad, el rumor del agua y el ruido de los bastones nos fueron acompañando. Poco a poco fue apareciendo el sol y la visibilidad fue total.
Mirando hacia atrás podíamos ver lo que habíamos subido, pero aun quedaba mucho por recorrer. Unos se desviaron por la izquierda en busca del portillón inferior, nosotros fuimos a la derecha en busca de la canal que nos llevaría al portillón superior, se nos unieron varios senderistas y llegamos a una pedrera en la que se podía apreciar en lo alto como una uve parecida al portillón superior, aunque yo no recordaba que fuera tan empinada y con tanta piedra, nos fuimos para arriba, nosotros y los que venían detrás. Cuando estacamos arriba Paco, Pablo y Yo, comprobé que no era el portillón y avise a Juan Carlos para que no subieran y que fueran mas a la derecha, nosotros fuimos cresteando hasta el portillón y allí nos esperamos a que vinieran los demás.




















Una vez todos juntos comimos un poco y nos pusimos los campones porque ya empezaban haber neveros grandes, poco a poco fuimos pasando el nevero y luego las rocas, más neveros y más rocas hasta llegar al glaciar, el agua bajaba formando pequeños regueros sobre el hielo, la senda aquí se perdía pues íbamos por encima del hielo y los campones apenas se clavaban, salimos del hielo y retomamos la senda por la nieve, poco a poco nos íbamos acercando a la cima, en el ultimo reagrupamiento ya cada uno subió como pudo, Paco y Pablo con paso tranquilo pero seguro encabezaban la marcha, por detrás Juan Carlos marcando el paso a Mari y Jose y yo deseando llegar arriba, Miguel se quedo a unos 200m de la cima y como no iba a subir le comunicamos que se bajara con tranquilidad al refugio.



















El día estaba siendo inmejorable, una claridad, sin viento, sin frío lo que animaba a pasar el paso de Mahoma, Juan Carlos estaba dispuesto, Pablo también. Yo le pregunte a Paco y este me dijo que también así es que como no le quería dejar solo, me hice el ánimo de pasarlo también. Jose y Mari decidieron que ya habían conseguido su objetivo y que estaban contentos. Había un guía que iba a pasar a dos chicas y Juan Carlos dijo que esta era la ocasión pues tendríamos la oportunidad de seguir sus pasos. Sin ningún problema llegamos a la cruz. No se puede explicar con palabras la sensación que se siente al estar allí arriba, tan impresionante, las vistas son indescriptibles, la paz, la tranquilidad, la satisfacción de haber conseguido el reto.











Ahora nos queda la vuelta el día sigue siendo precioso la nieve esta algo mas blanda y el adiós al pico y al glaciar llega.

Una vez pasado el portillón con pesar damos un último vistazo y comienza la peor parte de la ruta el descenso por los grandes bloques de piedra, las rodillas se van cargando a cada paso, vamos buscando el mejor paso pero aun así nos metemos en saltos que hay que sortear y por fin llegamos al refugio, después de 11h. Lo primero ver por donde anda Miguel, cuando llegamos a la habitación vemos que no esta pero se le oye reirse en el comedor y me acerco haber como le ha ido la bajada, me comentó que acababa de llegar y que tenía las rodillas destrozadas que probablemente al día siguiente no nos acompañaría al Mulleres, también Jose y Mari se lo estaban cuestionando.
Nos duchamos y descansamos tomándonos una cervecitas en el comedor hasta la hora de la cena.
Para la cena le pedimos al responsable del comedor que nos pusiera una botella de vino a refrescar y con melocotón en almíbar que llevaba Jose y con dos fantas hicimos una sangría pero se quedo corta y tuvimos que hacer otra más, después tomamos un poco el aire y a la cama que mañana había que madrugar.


Esta vez los despertadores estaban previstos para las 5:30 pero a las 5 ya empezamos a levantarnos algunos, el despertador de Miguel empezó a cantar y todos se levantaron, desayunamos y nos despedimos del refugio pues ya no volveríamos por allí. Remontamos por detrás del refugio hasta el collado de Renclusa en este punto nos dijo Jose y Mari que se quedaban con Miguel en el valle de Aigualluts y nos fuimos los cuatro hacia el Mulleres. Cruzamos uno de los meandros grandes que forma el río y llegamos al final del valle donde en unas rocas hicimos un depósito en el que dejamos algunas cosas para aliviarnos del peso, Juan Carlos dejó una bolsa con comida separada de las demás por si las marmotas la olían y seguimos camino por una senda fácil y cómoda que con el frescor de la hierva y el paisaje tan hermoso nos iba acompañando, pasamos por pequeños ibones y grandes bloques de hielo que formaban puentes y túneles al deshacerse.














Llegamos a un nevero que debíamos cruzar y como no llevábamos los campones se complicaba un poco, pero despacio y fijando los pies y los bastones pasamos sin problemas. Buscamos un sitio donde almorzar a la sombra pues el sol empezaba a calentar. Pablo se descalzó y se refrescó los pies en el agua, Paco lo hizo pero nada mas con estar descalzo sobre la roca ya se notaba el frescor. Retomamos la marcha y siempre teniendo frente a nosotros la cima fuimos acercándonos. A unos 100m los bloques de roca son más grandes por lo que hay que ir sorteándolos y trepando pero la recompensa es gratificante, otra vez el tiempo acompañó, las vistas eran muy claras y la majestuosidad se podía apreciar en casi su totalidad. Nos hicimos la foto y comenzamos a descender, esta vez aunque era más suave las rodillas también se notaban.












Cuando llegamos al valle aquello parecía la playa, llena de gente, una romería, la tranquilidad se había perdido el tumulto de la gente hacia volver a la realidad, se había perdido la paz y el silencio.
Fuimos a recoger el depósito y estaba todo menos la bolsa de comida, Pablo se empeñaba en encontrarla y Juan Carlos dijo que no valía la pena que eran unos sándwiches y decidimos compartir la comida que llevábamos. Nos acercamos a la orilla del río para comer y poder meter los pies en el agua fresca, mejor dicho, helada.



En romería hicimos el camino de regreso y al llegar al autobús nos hicimos una cerveza fresquita, pero enseguida llegó el autobús y no sabíamos si ponernos a la cola o no, pues había mucha gente, pero al final nos decidimos cuando llegamos a la puerta Juan Carlos y Paco estaban arriba y Pablo y yo con un pie en el escalón, cuando dijo el conductor que ya no cabían más subimos el otro pie a toda prisa y le dijimos que íbamos los cuatro juntos y cerro las puertas, nos sentamos en los escalones para no tapar el retrovisor al conductor, y así hicimos el camino devuelta como si viajáramos en la guagua.

Llegamos al coche y nos fuimos al albergue donde nos esperaban los demás, llegamos sobre las 16:00h nos duchamos reservamos cena en un camping que hay cerca en el cual Mari, Jose y Miguel, conocían pues habían comido allí.
Nos tomamos una jarras de cerveza con limón en un bar cercano y cuando se hizo la hora de cenar nos acercamos al camping. La cena buenísima, el trato insuperable y una compañía esplendida, acabamos con un brindis con cava gentileza de Mari y Jose.
Al día siguiente desayunamos y de vuelta a casa, satisfechos de haber vivido una experiencia muy gratificante.

Gracias a todos por vuestra compañía.